viernes, 25 de julio de 2008

La Maestra Rural - Primera Parte

El bus se detuvo en la estación de pueblo y Anabel se despertó, dando un largo bostezo... maldiciendo a media lengua de nuevo a su jefe, vaya ocurrencias tenía ese hombre... buscar una escuela rural lo más antigua posible para hacer el famoso comercial de productos lácteos... en fin. Luego de mucho averiguar le habían dicho que en ese pueblucho perdido de la mano de Dios había una escuela de por lo menos 100 años de antigüedad y que el ambiente era muy como de tiempo antiguo, y allá se había ido Anabel a ver el edificio… al fin que la fábrica de lácteos era su cuenta, y quería ser ella quién diera la última palabra. Tomó sus bolsos, solo esperaba que al menos ese pueblucho tuviera un hotel... sería el colmo tener que regresar el mismo día, eran demasiadas horas de viaje.
La calle principal no difería de la de muchos pueblos del interior del país... una gran plaza al centro, la estación de autobuses, un par de bares, algunas tiendas... pudo ver el hotel, un edificio de dos tres pisos con un cartel que anunciaba «Hotel Renacer»...vaya nombre para un hotel. Entró cargando con sus bolsos y un chico muy joven se acercó a ayudarla... cuando menos tenían una atención aceptable.

La dueña del hotel era una mujer que rondaba los 50 y pico de años, con el cabello entrecano, y ese aspecto saludable de la gente que ha vivido toda su vida cerca del campo.

- ¿Señora?

Anabel se molestó un poco... no le gustaba que le dijeran señora, le hacía sentir viejísima... caramba, si sólo tenía 32 años.... además no se veía como señora. Arrugó el entrecejo antes de decir en tono neutro, disimulando su enojo:

- Deseo una habitación por tres días.

- Claro... son U$S 15 al día... llene este registro.

Anabel llenó el registro y pagó al contado. El mismo chico le llevó hasta su habitación del segundo piso, donde tenía una buena vista de la plaza así que supuso que era de las mejores que tenía el hotel. Se dio una ducha muy rápida y bajó a la recepción. Le preguntó a la mujer por la escuela y le indicó que estaba en las afueras del pueblo, que le vendría bien tomarse un taxi, que los taxis estaban cruzando la plaza. Anabel siguió las indicaciones de la señora y encontró la parada de taxis... con unos coches bastante antiguos que le hicieron sonreír, pero al mismo tiempo pensar que sería bueno usarlos para el comercial.

- ¿Adónde la llevo señorita? - preguntó el taxista que le tocó, un hombre de edad indefinible y rostro simpático. Otra cosa no tendría el tipo, pero era amable.

- Quiero ver una escuela que dicen que es muy antigua y esta en este pueblo.

- Ah, claro.... mi hijo va allí... que suerte que quiera ir, están casi saliendo de clases y le gustará al chico verme.

- ¿Cree que pueda hablar con alguien allí para verla por dentro?

- Por supuesto... mi cuñada es la directora... así que no hay problema... ¿para qué quiere verla?.

- Soy de la Agencia Punto de publicidad... estoy buscando un lugar para un comercial de productos lácteos, de la empresa «Perinel». Queremos una locación muy antigua para comenzar el comercial, y nos dijeron de este lugar.

- Creo que es la escuela mas antigua del país... al menos eso dice nuestro intendente... entre los vecinos del pueblo hacemos colecta todos los años para pintarla... tratando de conservarla en buen estado, es uno de nuestros orgullos ¿sabe señorita?... en los pueblos tenemos tiempo para cuidar de nuestro pasado.

- Claro, eso es bueno. En la ciudad no es así… se van destruyendo los viejos edificios.

- Sí, lo he visto cuando fui por allá... es una pena.

El hombre calló y Anabel miró hacia afuera... viendo la escuela. El edificio era realmente antiguo, estaba pintado de un blanco casi impecable, con las rejas españolas gruesas como barrotes también perfectamente pintadas... tenía flores plantadas en cuidados canteros, el pasto recién cortado... pocas veces había visto un edificio tan prolijo. Bajaron del auto y el taxista fue a hablar con su cuñada. Minutos después Anabel conoció a la Sra. Martínez, directora de la Escuela Nro. 1 de Paso de la Cañada. Era una mujercita baja, demasiado gordita para su estatura, con unos enormes ojos negros y al conversar un poco con ella Anabel comenzó a preguntarse por qué alguien tan culta perdía su vida en la calma de un pueblo.

- Pablo me ha dicho que están interesados en filmar un comercial aquí...

- Bueno, es la idea... vine a ver el lugar, si me gusta y calza con la idea que tenemos lo usaríamos... me gustaría ver el edificio por dentro.

- Claro... ahora están en clases aún... pero en cuanto terminen le indicaré a una de las maestras que se lo enseñe.

Anabel esperó casi media hora a que las clases terminaran. La Sra. Martínez fue muy amable entre tanto, le ofreció un café con un sabor muy diferente al que solía tomar en la ciudad, y unos bizcochos tan tiernos que parecían de espuma... vaya con la cocina de pueblo, era toda una tentación se dijo Anabel. Si no se cuidaba regresaría a la capital con algunos kilos indeseables en su haber. Conversaron un poco sobre la historia del pueblo. Al fin el bullicio y los correteos de los niños le indicaron que las clases habían terminado. La Sra. Martínez salió del despacho y regresó un poco mas tarde, acompañada de una muchacha... cuyo aspecto Anabel no esperaba ver en un pueblo de 3000 habitantes.

- Ella es Gisela, podrá mostrarle el edificio en su totalidad... sabe mucho de la historia de este lugar. Gisela, la señorita es Anabel Valtierra, de una agencia de publicidad de la capital.

- Es un gusto señorita Valtierra - respondió Gisela, con un tono de voz casi musical y un acento que sonó algo extraño a mis oídos... no era acento de muchacha del interior, sino extranjero. Anabel estrechó la mano, aún sin salir de su asombro... y no era para menos. Gisela era una rareza en un país latino, donde la mayoría de las personas tienen cabello negro y ojos oscuros. Gisela superaba el 1.80 de estatura... eso a buen ojo, ya que Anabel tenía 1.70 de altura, más que el promedio esperado en una mujer, y esa chica le llevaba más de una cabeza. Tenía el cabello largo hasta más abajo de los hombros de un tono rubio oscuro, con reflejos rojizos cuando movía la cabeza... y los ojos más celestes que Anabel hubiera visto antes en una mujer. Gisela tenía una nariz recta, no muy grande, una boca con unos labios muy sensuales que Anabel tuvo que mirar con detenimiento para descubrir que no estaban pintados sino que ese tono rojizo era natural... el rostro era algo cuadrado, pero no agresivo y se le formaban unos graciosos hoyuelos cuando sonreía... y tenía un suave hoyo en el mentón, detalle que incentivo la imaginación de Anabel, que siempre se pregunta como se vería una chica con ese detalle en su rostro, ya que siempre lo había visto en hombres y nunca antes en una mujer. Gisela tenía las piernas largas y bien formadas, que llamaban la atención a pesar de la falda tan discreta que traía, que apenas levantaba un poco sobre las rodillas el ruedo... y unas caderas amplias, rematadas por unas nalgas muy duritas... esa mujer debía realizar mucho ejercicio, o el aire de campo conservaba muy bien la figura se dijo Anabel para sí... caramba, si fuera hombre le dedicaría un par de silbidos de admiración a ese monumento hecho mujer.... porque si de la cintura para abajo podía despertar el deseo de mas de un hombre (y por qué no de mas de una mujer) de la cintura para arriba el conjunto era completo por unos senos que sobresalían desafiantes y de tamaño considerable, apretados por un sencillo sweater gris oscuro que no conseguía disminuir el atractivo de los mismos. Era la mujer mas linda que Anabel hubiera visto en su vida.... caramba, las cosas que se ocultaban en los pueblos.

- El placer es todo mío - dijo Anabel, tratando de no sonar muy atrevida sino casual... lográndolo admirablemente. Ni la Sra. Martínez ni Gisela sospecharon que estaba mas que impresionada por la belleza de Gisela.

La muchacha le mostró el edificio, no era muy grande, tenía cuatro aulas, unos baños, un patio interior de neto estilo español, Gisela le contó que el edificio databa de 1845 y que se utilizaba como escuela desde 1880 más o menos. Anabel decidió en ese momento que esa era la locación que quería para el comercial... ese edificio y ese pueblo.

- ¿Y vos sos de este pueblo? - le preguntó de pronto a Gisela. La rubia la miró, no esperaba esa pregunta.

- No, nací en Alemania y viví allá hasta los 10 años...cuando mi mamá murió mi tía me trajo a este país... mi padre vive en este pueblo y bueno... estoy con él. Mi tía vive en la capital, es profesora en el Deutsche School.... por eso es que estudié para ser maestra.

- Ajá...vocación de familia.

- Sí, algo así.

Anabel hubiera deseado preguntarle alguna cosa mas para que la muchacha siguiera hablando, pero la Sra. Martínez llegó hasta ellas en ese momento y ya no pudo continuar conversando. Le dijo a la directora que sí, que le interesaba la escuela, la mujer le indicó con quién hablar en la intendencia para que le dieran el permiso de filmar... ya era muy tarde ese día, tendría que hacerlo al día siguiente... se felicitó por rentar la habitación del hotel por tres días... conocía algo de burocracias. Le llevaría todo el día obtener el permiso, y ya no tendría ganas de soportar el viaje de regreso. Se despidió de la Sra. Martínez y salió a la calle.... preguntándose cómo volver al centro del pueblo. Estaba parada junto a la reja que rodeaba a la escuela pensando en eso cuando una motito pequeña, del tipo ciclomotor se detuvo junto a ella... Gisela la manejaba.

- ¿Quieres ir hasta el centro?... imagino que estás en el Hotel Renacer.

- Claro.

- Vamos, te llevo.

Anabel la miró, dudando... le tenía pánico a las motos, aunque fueran de tamaño chico... desde que se cayera de una en su época de adolescente no había podido superar ese temor que les tenía. Gisela sonrió divertida al ver la expresión en el rostro de Anabel.

- Vamos, te aseguro que soy buena manejando... y el pueblo no esta tan lejos si vas en vehículo... pero para regresar caminando creo que es demasiado para una citadina.

- ¿Me crees con tan poco estado atlético?

- No digo eso... pero en la ciudad no se camina tanto como en el campo... será muy cansador el regreso, porque aquí no pasan buses hasta allá.

Anabel estaba agotada, así que accedió. Se subió a la moto, tomó la cintura de Gisela y se aseguró. Gisela arrancó de nuevo el ciclomotor y emprendieron el regreso al pueblo. En el camino se cruzaron con otras motitos, se ve que era el medio de transporte más popular por ahí. Gisela dejó a Anabel frente al hotel.

- Gracias.

- Por nada. Espero que tengas suerte con el permiso.

- También lo espero, me fascinó tu escuela.

- Chau.

- Chau.

La vio alejarse por una de las calles laterales del hotel. Entró directo a su habitación.... estaba literalmente agotada. Cerró la puerta tras de sí, fue hasta la cama y se acostó de espaldas... comenzaba a dolerle todo por causa de la tensión, del largo viaje y de no poder dormir en tantas horas. Pensó en lo bien que le vendría un masaje y en las manos de Gisela... con dedos finos y largos, que seguramente serían muy hábiles para aliviar un cuello contracturado.

- "Vaya secretos esconden los pueblos... una mujer alemana, hermosísima, perdida en este lugar. Que desperdicio. En la capital podría ganarse la vida como modelo sin mayores problemas."

Cerró los ojos para descansar... y se quedó dormida en menos de cinco minutos.

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