sábado, 9 de agosto de 2008

DULCE AMANTE

Llovía de tal modo que parecía que el mundo se venía abajo esa noche de verano, mientras Analía caminaba buscando la dirección de Erica... le daba vergüenza tener que molestarla a esa hora de la noche, pero era la única persona a quién podía recurrir. Antonio había vuelto a golpearla, esta vez le había amoratado un ojo y hasta le había arreado una patada, la paliza no había pasado a mayores porque Analía le dio con un jarrón en la cabeza y aprovecho el desconcierto del hombre para huir, tomar el taxi que providencialmente pasaba (porque si Antonio la alcanzaba después del jarronazo era capaz de matarla) y llegar hasta donde Erica vivía. No recordaba muy bien la ubicación exacta del apartamento, dado que había ido solo un par de veces y a las apuradas.
Al fin reconoció el edificio pintado de color crema. Revisó los porteros y encontró el apellido de Erica: Fontanot. Pulsó el timbre deseando fervientemente que estuviera en casa...sino no tendría a quién acudir. Sus padres vivían en el interior. Y si iba a casa de Marta tendría que soportar largos sermones que ahora no estaba en condiciones de oír. Suspiró de alivio al oír la voz de Erica, algo adormilada.
- Diga
- Soy Analía...¿podrías abrirme?.
- Claro.
Tomó el ascensor, al llegar al piso de Erica vio que la puerta estaba abierta y entró. Erica salía de la cocina en ese momento, y se cubrió la boca con las manos al verla...el ojo de Analía estaba quedando semicerrado y tomando un intenso color violáceo. Erica llegó a su lado y la abrazó tiernamente:
- Pero por Dios...ven, vamos a sentarte...¿dónde mas te golpeo?.
- En las costillas...
Suavemente Erica hizo que Analía se sentara y le subió el empapado buzo. Otro moretón se extendía por costado derecho del cuerpo de la mujer, debajo del seno. Erica meneo la cabeza, fue hasta el cuarto y trajo un gran tohallón, y también una crema para los golpes a fin de evitar que siguiera agrandando el moretón.
- Anda, quítate esa ropa...tenemos que secarte.
Erica obedeció, se quitó la ropa y quedo tan solo con su ropa interior. Erica la ayudó a secarse frotando con vigor el cuerpo, para ayudarla a entrar en calor. Luego aplicó el ungüento sobre la zona afectada por el golpe con mucho cuidado, y después le hizo ponerse un jersey enorme. Llevó la ropa hasta el baño, preparó café y se sentó con ella. Se estaba comportando tal como Analía necesitaba...ayudándola sin sermonear y sin hacer preguntas.
- ¿Te sientes mejor?.
- Sí, mucho mejor...que suerte que estabas en casa...tenía miedo que hubieras salido...como es viernes por la noche.
Erica soltó una risa. Por alguna razón Analía siempre había tenido en la mente que ella salía todos los fines de semana...desde que se conocieran en el secundario Analía había tenido esa imagen de ella, que no sabía cómo había formado. Ni los años que pasara lejos del país habían cambiado esa idea en la mente de Analía.
- Mujer...no salgo todos los fines de semana ni mucho menos. ¿Quieres algo para el dolor?. ¿Quieres que te lleve a un doctor?.
- Me daría mucha vergüenza contar que me golpearon....
- Pero esas costillas pueden estar rotas.
- No... solo fue un golpe, pude esquivar lo mas duro...además le partí un jarrón en la cabeza, así que me cobre bien los golpes.
Erica se rió un poquito...en realidad no le había caído nada bien Antonio. Hacía cosa de ocho meses había regresado al país, después de varios años de ausencia. Se había reencontrado con Analía después de casi dos meses de su regreso, dado que primero llamó a casa de sus padres y allí le dijeron que estaba en la capital y viviendo con Antonio, por lo que prefirió llamarla a su trabajo, porque no conocía que tipo de hombre pudiera estar con su amiga. Habían comenzado a frecuentarse, mas bien...se encontraban para tomar algo, porque Antonio era un tipo muy huraño y extremadamente celoso, que no permitía que Analía recibiera visitas en casa, y tampoco podía ella llegar muy tarde a casa...así que Erica pasaba a buscar a Analía al salir del trabajo, tomaban un café y luego la llevaba hasta su casa, cosa que los horarios de Analía fueran los habituales y Antonio no sospechara. Erica no comprendía como Analía aceptaba aquella situación...y menos comprendía como una chica con su aspecto estaba viviendo con un hombre casi 20 años mayor y sin ningún atractivo. Pero como no solía meterse en la vida de las personas, se adaptaba a ese modo de verse a fin de conservar la amistad.
- Supongo que esto te hará pensar bien en lo que harás mañana.
- Claro. No voy a volver con Antonio. La primera vez que me dio de bofetadas juró que no volvería a hacerlo. Si hoy no le doy con el jarrón en la cabeza ya me estaba arreando patadas. No voy a regresar con él.
- Esa me parece la decisión más correcta. Puedes quedarte aquí mientras resuelves que hacer. Mañana iremos a buscar tu ropa, le pediré a un amigo que nos acompañe.
- Esta bien.
- Ahora será mejor que nos vayamos a acostar...creo que te hace falta.
- Claro.
Erica tenía un cuarto pequeño, destinado a cuarto de servicio en primera instancia, pero que ahora ella tenía con una cama y donde guardaba la ropa para planchar. Analía se acostó y Erica se quedó a su lado por un rato, velando su sueño. Dormida se veía tan frágil, con el cabello color caoba desparramado sobre la almohada y el aliento escapando de sus labios rosa pálido. La piel era muy blanca... siempre había tenido esa piel tan blanca, Erica recordaba que cuando eran compañeras en la Escuela de Diseño, allá por sus 20 años, e iban a la playa, Analía siempre terminaba con una quemadura de sol garantizada. Con el tiempo el cuerpo delgadito de Analía había adquirido algunas redondeces que la volvían atractiva. Erica suspiró. Lastima que su amiga tenía tanta mala suerte en el amor.
Al día siguiente se levantaron casi a media mañana. El ojo de Analía estaba totalmente hinchado y un gran moretón azuloso se extendía bajo el seno derecho, pese a lo cual no quiso ver a un médico. Erica se dijo que ya bastante había pasado Analía para insistirle, así que llamó a su amigo Víctor para que las acompañase a buscar la ropa de Analía.
Víctor parecía un oso de grande... con 1.95 de estatura y más de 130 kilos de peso, imponía respeto con su sola presencia. Sumen a eso unos ojos negros como noche sin luna y un cuerpo trabajado en gimnasio y ambas mujeres tenían al protector ideal. Los tres fueron al departamento que Analía estaba compartiendo con Antonio. Apenas Analía puso la llave en la puerta, esta se abrió y apareció Antonio, con un short y una camiseta. Al verla intentó abrazarla como si nada hubiera sucedido, cosa que Erica impidió poniendo un brazo entre ambos.
- Déjate de estupideces Antonio.
- ¿Y tú que te metes?...mi amor...perdona, perdí la cabeza...
- Pues ya no volverás a perderla porque me voy - anuncio Analía. La cara de Antonio se transfiguro y adquirió la misma expresión que tenía la noche anterior cuando comenzó a golpearla acusándola de estarse viendo con otro hombre. Analía dio un paso hacia atrás asustada y en ese momento Víctor se dejó ver, plantándose en la puerta con los brazos cruzados.
- Vaya...no había necesidad de traer tantos guardaespaldas....
- ¿Te parece que no después de cómo me dejaste el ojo?. - respondió Analía, sintiéndose más segura al ver que la presencia de Víctor amedrentaba a Antonio. Ambas mujeres entraron al dormitorio para cargar la ropa de Analía. Las pocas cosas que ella tenía antes de irse a vivir con Antonio las había vendido, dado que él le dijo que no eran necesarias, así que solo tenía su ropa, unos libros y algunos compactos. Rápidamente cargaron todo en grandes bolsas. Antonio no se atrevía a moverse de la sala...la presencia de Víctor lo amedrentaba. Solo cuando vio que Analía estaba saliendo con todas las bolsas y tomó conciencia que la perdía, quiso retenerla de un brazo. Víctor dio dos zancadas y le retuvo la mano:
- Si la tocas te rompo los dientes.
Ambas mujeres salieron del apartamento. Víctor soltó el brazo de Antonio y salió, cerrando la puerta tras de sí. Una vez en el auto Analía suspiró... después de todo no había sido tan difícil. Por fin había logrado cortar ese vínculo enfermizo con Antonio.
- ¿Te sientes mejor?.
- Sí... creo que sí... gracias Erica, gracias Víctor...
- No hay de que - respondió Víctor, tratando de acomodar las piernas en el reducido espacio trasero del pequeño coche de Erica...cosa bastante difícil por su estatura. Analía sonrió un poco al verlo y él le guiñó un ojo. Se veía gracioso.
Para la nochecita Analía estaba instalada en el departamento de Erica, sin exigencias de tiempo para irse. Es mas, Erica hasta agradecía la compañía, dado que no se podía acostumbrar a la soledad. Mientras estuvo en Buenos Aires vivía con su pareja, y fueron unos cuantos años de llegar a casa sabiendo que había alguien allí. Ahora no se acostumbraba al silencio del apartamento.
Gracias al cielo Antonio no volvió a molestar a Analía para nada, cosa que en un principio Erica había temido, así que pocas semanas después Analía había cambiado su aspecto apocado y temeroso, recuperado su sonrisa, y congeniaban estupendamente con Erica. Inconscientemente Analía había tomado las riendas del apartamento, dado la gran cantidad de horas que Erica trabajaba fuera de casa, haciendo la vida de ambas muy placentera. Comenzaron a ponerse al día con lo que les había ocurrido durante esos ocho años que Erica había estado lejos... mas bien Analía fue la que contaba cosas, y Erica escuchaba. Le contó de Raúl, el novio que tenía cuando Erica se fue, compañero de la Escuela de Diseño, que al fin terminó embarazando a quién por entonces era la mejor amiga de Analía. Le contó de Carlos, con quién mantuvo una relación enteramente platónica...mas de amigos - hermanos que de novios, dado que Carlos era católico practicante y pensaba que mantener sexo fuera del matrimonio era pecado. Carlos le había conseguido el empleo que tenía actualmente en un importante laboratorio de fármacos y en el que llevaba seis años. Carlos se había recibido de médico e ido a trabajar a Sudáfrica a una misión de la Iglesia, y terminó dándose cuenta que lo suyo era la vida eclesiástica, tomando los hábitos hacía poco menos de tres años. Y luego conoció a Antonio.... que Analía pensó podía ser quién la ayudara a establecerse. Antonio, bancario de impecable carrera, 40 y tantos años.... nada guapo, pero que al principio se mostró tan lleno de atenciones que hizo que Analía pensara que, aunque no estaba enamorada, podía tener una vida tranquila a su lado...por eso aceptó vivir con él. Así que salió del apartamento que compartía con su prima Marta, vendió sus cosas porque Antonio dijo que él tenía toda su casa puesta y no eran necesarias, guardó el dinero en el banco y se mudó con él.
Apenas dos meses de mudarse estaba arrepentida. Antonio era extremadamente celoso, al punto de ver fantasmas donde no los había. Tenía celos hasta del aire que Analía respiraba. Poco a poco la fue apartando de sus amistades, controlando sus horarios de ida y regreso del trabajo...hasta le impidió ir a visitar a sus padres porque eso significaba todo un día lejos de él, y generalmente Analía iba los domingos a verles. Cuando Erica regresó Analía llevaba seis meses soportando esa situación de represión. Luego comenzó el maltrato verbal, hasta que un día que fueron a una despedida de un compañero de Antonio y uno de los invitados conversó mas tiempo que el que Antonio consideraba necesario con Analía, desencadenó una fuertísimo pelea en casa... y que él le diera de bofetadas. Analía se quedó tan sorprendida que ni intentó defenderse... solo lo había mirado con los ojos enormes por la sorpresa, llevándose las manos a las mejillas, incrédula...al momento Antonio se deshizo en disculpas, besos y prometió que nunca mas sucedería, que había perdido la cabeza.
No le había contado a nadie de esa pelea...hasta que él volvió a golpearla y fue a ocultarse con Erica. Erica la escuchaba esa noche, mientras ambas estaban sentadas en el sofá, tomando cerveza y viendo MTV.
- Pero ya terminaste esa historia amiga.... y al menos tienes el dinero en el banco. Y un empleo seguro. Y ahora te ves de nuevo como una mujer libre... me gusta verte así.
- Sí, tienes razón Erica.... pero mujer, cuéntame de ti.... hasta ahora solo yo he hablado y hablado, en todas estas semanas que llevo aquí, y tú no me has contado nada.
- Porque no has preguntado, y porque creo que tú eras quién necesitaba hablar para poder al fin dejar atrás todas esas vivencias. ¿Qué quieres saber?.
- ¿Por qué te fuiste a Buenos Aires?.... digo, nunca me quedó muy claro.
Erica sonrió misteriosamente... Analía sabía preguntar justo lo no debido. Sin embargo podía responder elegantemente.
- Tenía mi título de diseñadora bajo el brazo, y como sabes mi tía Aurelia vive allá y trabaja en publicidad... así que decidí ir allá a probar suerte. Me fue muy bien, pero luego comencé a extrañar... y a pensar en regresar... así que cuando la agencia en que trabajaba allá en Buenos Aires se asoció con la que estoy aquí, pedí traslado.... y bueno, me lo dieron, querían a alguien de confianza aquí.
- ¿Y no conociste a nadie en Buenos Aires que te diera motivos para quedarte?.
- Sí, conocí a alguien Analía. Alguien con quién compartí varios años muy buenos. Pero ya sabes... algunas veces los amores se terminan... así que tuve que permitir que se alejara. Después tuve un par de relaciones pasajeras... antes de regresar... nada importante amiga. Creo que aún no llegó el gran amor a mi vida. O quizás soy un poquito complicada.
- Pues no lo creo... en el tiempo que llevamos viviendo juntas no me has parecido para nada complicada.
- Eso lo dices tú porque eres mi amiga y me quieres...puedo ser bastante insoportable si me lo propongo... pregúntale a mis compañeros en la agencia.
Se rieron ambas. En la agencia Erica tenía fama de mandona y súper exigente. Quería todo perfecto, rápido, si era posible rayano en la perfección. Sin embargo la respetaban mucho. Analía apoyó la cabeza en el hombro de Erica.
- Para mí no eres insoportable... eres el ángel que vino a salvarme y a hacerme ver que hay otro modo de vivir en paz.

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